esta pagina en blogger es un medio por el cual podemos indagar,analizar y descubrir diferentes aspectos y diversos puntos de vista acerca de las tribus urbanas existentes.


jueves, 28 de mayo de 2015

Noticia Elizabeth Cordoba


De entrada, no parece tener mucho sentido que un colombiano pertenezca a una subcultura como los ‘cabezas rapadas’, más cuando esta es de corte neonazi, pero la verdad es que las llamadas tribus urbanas se han dado en las ciudades desde hace varias décadas para reunir –en teoría como un alivio– a un conjunto de personas que tienen en común ciertos comportamientos, ciertas creencias dentro de la sociedad.

Conviene, pues, no estigmatizar a ningún miembro de estas agrupaciones, ni caer en la trampa de verlos a todos como seres violentos. Pero resulta inevitable capturar a antisociales como aquellos que en el último mes, en un arrebato de intolerancia en las aceras de Chapinero, fueron capaces de asesinar al estudiante Daniel Ramírez y al vendedor Freddy Avellaneda –este, a manos de punkeros–. El límite de cualquier ciudadano sigue siendo la ley.

Detrás de las tribus urbanas se encuentra esa necesidad de pertenecer a algo que comparten muchos jóvenes en busca de su identidad. Y detrás de la violencia que se cobra la vida de cualquiera hay vidas que en apariencia tienen poco que perder.

Es cierto que desde hace quince años a unos ‘cabezas rapadas’ los une el coraje y a otros, el honor de hacer parte de la clase obrera, mientras que a los punkeros los juntan la libertad y la exaltación del individualismo. Pero no hay nada de romántico ni de heroico en la violencia: la pandilla que atacó a Avellaneda pertenece en realidad al grupo de los criminales, de los asesinos, y resulta fundamental detenerlos, reto que debe asumir cuanto antes la Policía. Se habla de cámaras de seguridad aquí y allá, pero de poco han servido para que a la ciudadanía le quede claro que los enemigos no son los miles de jóvenes que encuentran su lugar en una subcultura, sino los cientos que se dejan llevar por la barbarie.

Los hechos que hay que combatir, pues parecen haberse vuelto frecuentes, son una vez más tanto el abandono como la intolerancia que rodean a tantos jóvenes en las ciudades: podrá pertenecerse a cualquier grupo, pero siempre dentro de una sociedad.